John Frank Pinchao un Héroe Nacional.
He quedado profundamente asombrado y entristecido al leer los comentarios cargados de odio que circulan sobre las víctimas de nuestro conflicto. Lo que muchos pasan por alto o simplemente no alcanzan a comprender es la realidad visceral y demoledora de la vivencia de un secuestro: estar encadenado, ser maltratado, castigado y humillado durante nueve largos años.
Podemos tener diferencias ideológicas y políticas, pero hay un punto innegociable en el que toda la sociedad debe coincidir: el secuestro es un crimen de lesa humanidad que debemos condenar y rechazar de manera unánime, sin peros ni justificaciones.
El Trauma Invisible
Un aspecto fundamental que se ignora en este debate es el trauma psicológico que sufren las víctimas. La gran mayoría se limita a juzgar sin detenerse un momento a reflexionar sobre lo que significa salir de un cautiverio de nueve años y reinsertarse a la vida civil. ¿Qué se siente estar en un lugar público y que la tranquilidad sea interrumpida bruscamente?
Es vital entender que quien ha sobrevivido a una experiencia traumática tan extrema puede tener reacciones inesperadas. Es lo que muchos no logran comprender, limitándose a condenar la actuación de un valiente. Hablo de ese héroe que sobrevivió a una toma guerrillera, que fue humillado y torturado en la selva, y que se escapó de sus captores para sobrevivir 17 días más en la selva amazónica hasta recuperar su libertad.
Que una parte del país intente hoy juzgar a este valiente como un delincuente es un profundo motivo de análisis y reflexión. Revela el odio que subyace como consecuencia de las heridas abiertas de nuestro conflicto.
La Responsabilidad del Liderazgo
Veo con gran preocupación cómo nuestro país se sumerge en este odio, un sentimiento que, tristemente, es impulsado y alimentado por nuestros propios líderes políticos. En lugar de ser un ejemplo, muchos se dedican a insultar, calumniar y agredir, buscando distraer a los votantes de los problemas reales de la nación.
En mi simple opinión, considero que un verdadero líder tiene una inmensa responsabilidad. Cada palabra o acción que emite influye, para bien o para mal, en la ciudadanía. Me produce una profunda tristeza que personajes que tuvieron la oportunidad de acceder a la educación superior se conviertan hoy en un mal ejemplo para la nación.
El primer paso para construir un país diferente, un país de paz, es el diálogo respetuoso. Ya estamos cansados de escuchar debates políticos llenos de agresiones e insultos. El pueblo quiere escuchar soluciones concretas a los problemas nacionales, no culpas ni recriminaciones por lo que se ha hecho o se ha dejado de hacer.
Hago un llamado a nuestros líderes y a quienes aspiran a asumir los destinos de nuestra nación para que asuman su responsabilidad con el pueblo. Esforcémonos por generar un debate respetuoso y con argumentos, invitando siempre a la reflexión profunda, y no al odio.

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